Hoy
conmemoramos el nacimiento de Samuel Morse, el hombre que cambió el
mundo de las comunicaciones inventando el telégrafo y enviando su
primer mensaje en 1844. Vamos a hacerlo en nuestra columna con un
pequeño juego de palabras extrayendo de las letras que forman su
apellido cinco claves para un proceso de coaching eficiente.
M de “metas”: ¿a dónde deseas llegar? Lo primero que determinamos al comenzar un proceso es el estado deseado. Sin un objetivo medible no sabremos si nos estamos acercando o alejando de lo que queremos conseguir a medida que nos ponemos en marcha.
O de “observador”: ¿cómo percibes el problema? Tomar conciencia de ello es esencial, dado que a veces sólo observándolo desde un punto de vista distinto disolvemos la dificultad en vez de resolverla.
R de “recursos”: ¿qué sí puedes hacer? A veces nos focalizamos en nuestras carencias y no en los recursos con los que sí contamos. Hacer recuento de posibilidades puede ser en sí una fuente de motivación.
S de “sistema”: ¿cómo van a afectar los cambios que deseas poner en marcha en el sistema del que formas parte? Entendemos por sistema cualquier grupo humano con el que interactúas, como pueden ser tu familia o tu empresa. Lo que hacemos o dejamos de hacer siempre les repercute.
E de “emoción”: ¿cómo te sientes ahora y cómo deseas sentirte? El componente emocional es básico, y su revisión a medida que desarrollamos el plan de acción nos puede servir como “GPS” interno para saber si vamos bien.
Si te enfrentas a algún problema te invito a que lo revises aplicando las claves que te he desvelado en este acróstico. ¡Acaso sea un telegrama a tu mente invitándola a que se ponga en acción hacia la solución!
M de “metas”: ¿a dónde deseas llegar? Lo primero que determinamos al comenzar un proceso es el estado deseado. Sin un objetivo medible no sabremos si nos estamos acercando o alejando de lo que queremos conseguir a medida que nos ponemos en marcha.
O de “observador”: ¿cómo percibes el problema? Tomar conciencia de ello es esencial, dado que a veces sólo observándolo desde un punto de vista distinto disolvemos la dificultad en vez de resolverla.
R de “recursos”: ¿qué sí puedes hacer? A veces nos focalizamos en nuestras carencias y no en los recursos con los que sí contamos. Hacer recuento de posibilidades puede ser en sí una fuente de motivación.
S de “sistema”: ¿cómo van a afectar los cambios que deseas poner en marcha en el sistema del que formas parte? Entendemos por sistema cualquier grupo humano con el que interactúas, como pueden ser tu familia o tu empresa. Lo que hacemos o dejamos de hacer siempre les repercute.
E de “emoción”: ¿cómo te sientes ahora y cómo deseas sentirte? El componente emocional es básico, y su revisión a medida que desarrollamos el plan de acción nos puede servir como “GPS” interno para saber si vamos bien.
Si te enfrentas a algún problema te invito a que lo revises aplicando las claves que te he desvelado en este acróstico. ¡Acaso sea un telegrama a tu mente invitándola a que se ponga en acción hacia la solución!