“Hay que decir no a
mil cosas para estar seguro de que no te estás equivocando o que
intentas abarcar demasiado” (Steve Jobs). Cuando dices que no a una
petición o a una oferta en realidad estás diciéndote que sí a ti, pero
por lo visto pronunciar esta palabrita tan corta es más difícil de lo
que parece dado que tendemos a vincular nuestra respuesta a la
valoración que hacemos de nuestro interlocutor, cuando en realidad son
dos cosas diferentes. ¿Cómo te sientes tú cuando dices que no? ¿Qué te
impide específicamente decirlo?
1. Es preciso ser consecuente: si dices que no es que no, lo que
implica una reflexión previa sobre el para qué lo dices, qué ganas y qué
pierdes.
2. Es preferible no argumentarlo para evitar que tu interlocutor
transforme tu respuesta en una objeción que pueda resolver, pero si
sientes que es necesario hacerlo te recomiendo la “técnica del
sándwich”: introduce el no en medio de dos observaciones positivas o
empáticas, como por ejemplo “te agradezco que me hayas invitado al cine
pero hoy tengo mucho lío y prefiero dedicarme a sacar el trabajo que
tengo atrasado. ¡Espero que te guste la película!”
3. ¿Tu dificultad para decir que no tiene que ver con la importancia,
acaso excesiva, que le das a la opinión que los demás tienen de ti (lo
que técnicamente se denomina “deseabilidad social”? Si es así, plantéate
hasta qué punto esto te hace manipulable, puesto que alguien con
habilidad suficiente sería capaz, mediante el chantaje emocional, de
conseguir de ti lo que acaso no quieras dar.
4. Piensa a qué estás diciendo sí cuando pronuncias un ‘no’ y
focalízate en lo que ganas dando esa respuesta, lo que es útil en
especial si tienes la autoestima baja.
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